lunes, 24 de enero de 2011

La Conciencia Supramental: clave de la verdadera revolución para la transformación de nuestra vida individual y colectiva

¿En qué aspectos de nosotros y a qué nivel queremos cambiar? ¿Y con respecto a las transformaciones colectivas? ¿Por qué llevamos tantos siglos persiguiendo la felicidad individual y una sociedad de seres humanos felices -recordemos los planteamientos hechos por Platón y Aristóteles- sin que nos hayamos acercado significativamente a tales ideales?

En una investigación hecha a nivel de varios países en el mundo, donde se buscaba determinar si debido a los aumentos en los niveles de calidad de vida también se habían dado aumentos en los niveles de bienestar subjetivo (una nueva forma de llamar a la felicidad), se encontró que no había una correlación significativa. Y esto no significa que el crecimiento en la prosperidad económica no sea importante o deba ser dejada a un lado. Para mí indica que hay una insatisfacción en los hombres y mujeres, una "falta-en-ser" (diría Lacan) que no hemos logrado remediar hasta ahora.

Pero no es que la "cura" de esta condición no exista. Maslow, quien planteó la necesidad de fundar una Psicología Transcendental, estudió a personas que habían alcanzado lo que denominó la "autorrealización": la actualización o realización del Ser, de los Valores-del-Ser y sus potencialidades (dones, virtudes y talentos) inherentes, y que necesariamente llevaba a la fusión con niveles superiores de conciencia, descubriendo una Conciencia Cósmica como base de todo lo existente.

Veamos un ejemplo de persona autorrealizada que nos mostró la existencia de una puerta para provocar una verdadera revolución de la conciencia humana, individual y colectiva.

Wladimir Oropeza
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Sri Aurobindo a principios del siglo XX participó de actividades políticas en pro del movimiento independentista indio, llegando los británicos a acusarlo de subversión. En medio de toda esta agitación revolucionaria, conoció a un yogui, a quien le pidió que le enseñara la forma de meditar para promover una verdadera revolución en su ser: meditar pero "no para sannyasa (renuncia al mundo) ni Nirvana". Aquí comenzó sus experiencias en los niveles superiores de la conciencia, llegando a alcanzar lo que en el budismo se llama el Nirvana, pero resultando ser el inicio de experiencias mucho más elevadas.  "El Nirvana de mi conciencia liberada resultó ser el comienzo de mi descubrimiento, un primer paso hacia la cosa completa, no el único verdadero logro posible ni incluso una culminación final", diría, agregando luego en otra de sus obras que "el Nirvana no puede ser el final del Camino sin nada más allá que explorar… es el final del Camino inferior que pasa por la Naturaleza inferior y el comienzo de la Evolución Superior".

Sri Aurobindo siguió en ese estado mientras publicaba su periódico, organizaba reuniones clandestinas y hablaba en mítines políticos. La policía británica arrestó a Aurobindo por segunda vez al alba del 4 de mayo de 1908. En la cárcel siguió meditando y tuvo una serie de experiencias espirituales. Cuando salió de la cárcel, reanudó su trabajo revolucionario. Esas experiencias le habían permitido lograr una "conciencia de la supermente" en la que las verdades separadas de la existencia ─como la Paz, el Amor, la Belleza, el Poder, el Conocimiento, la Voluntad, etc.─ se experimentan plena e independientemente entre ellas. Pero también se veían claramente las limitaciones de esta conciencia. En ella sólo se experimentan las verdades de una en una. "Ve todo, pero cada cosa desde su propio pinto de vista". La conciencia de la supermente tiene que dividir la unidad y, cuanto más desciende a los planos mentales inferiores, más se fragmenta. Lo que hacía falta entonces era una verdad del cuerpo y la tierra, no sólo una verdad del espíritu y los cielos. Hacía falta otro Poder, uno que pudiera resistir el poder descendente y divisor al que estaba sometido la naturaleza humana. Aurobindo llegó a decir: "el campo de nuestro yoga [disciplina espiritual, como la meditación o la oración] es la vida, no sólo un remoto silencio o un elevado y extático Más Allá de la vida"; "está claro que la mente no ha sido capaz de cambiar radicalmente la naturaleza humana. Podemos seguir cambiando las instituciones humanas infinitamente y, sin embargo, las imperfecciones irrumpirán a través de todas las instituciones… Debe ser otro poder que no sólo puede resistir sino vencer este impulso descendente". Aurobindo llamaba  a este poder oculto "la Conciencia Supramental".

Sus escritos posteriores muestran que, para realizar este nivel de Conciencia, tuvo que atravesar un verdadero infierno, porque no se puede ascender más de lo que se ha descendido. "De cada nivel que conquistamos tenemos que volver para llevar su poder y su iluminación al movimiento mortal inferior", escribió Aurobindo. Porque si la Divinidad tiene que descender hasta nosotros transformando nuestra naturaleza humana, el progreso no consistirá tanto en nuestra elevación como en la limpieza de todo lo que nos retiene, lo que nos oscurece. La limpieza del inconsciente con todos sus miedos, deseos, dolores y distorsiones, adquiere una importancia fundamental. En el nivel inferior de la conciencia humana se halla el subconsciente, que es el resultado de la evolución de la vida en la Materia. Contiene todos los hábitos de la vida, incluidos los de la enfermedad y la muerte.

Escribió: "Al mismo tiempo que llegaba a la frontera superior de la supermente, donde las grandes 'ondas de los colores' se funden con la Luz blanca", Sri Aurobindo tocó igualmente la roca negra que estaba abajo.

"Llevo mucho tiempo cavando en lo profundo
entre horrores de suciedad y lodo…
Una Voz gritó: '¡Ve adonde nadie ha llegado!'
cava aún más profundamente
hasta que llegues a la horrenda piedra angular
y llames a la puerta que no tiene llave".

Se encontraba en el fondo del pozo de la Materia "inconsciente" cuando, sin transición: "Irrumpió en otro Espacio y otro Tiempo"; "un insondable asombro sellado de Luz", "una gran inversión de la Noche y el Día cambió los valores de todos los mundos"; "lo alto se encuentra con lo bajo, todo en un único plan".

Irrumpió en lo Supramental, que es la base misma de toda la materia, experimentando una iluminación de las propias células del cuerpo. Evidenció dentro de sí que la conciencia superior y la conciencia inferior están contenidas en lo Supramental.

Expresó: "Tienen que entrar en el último finito si quieren llegar al último infinito". "El cielo en su éxtasis sueña con una tierra perfecta. La tierra, en su tristeza, sueña con un cielo perfecto. Temores encantados los apartan a ambos de su unidad".

Sri Aurobindo luego se iría a una colonia francesa de la India, pero no dejó de encontrar dificultades allí. Algunos de sus seguidores revolucionarios acudieron para quedarse con él, esperando que reanudase sus actividades en ese terreno. Cuando un día le pidieron que volviera a la lucha política, respondió rápidamente que lo que hacía falta no era "una rebelión contra el gobierno británico, que cualquiera podría llevar a cabo… [sino] una revolución contra la Naturaleza universal entera".

Para Sri Aurobindo no eran las fuerzas humanas las que producirían la transformación de la realidad, sino una realización y entrega cada vez más consciente a la Fuerza Divina. Las limitaciones de la mente humana, de la naturaleza vital y física, eran demasiado grandes. En relación al cuerpo físico, Sri Aurobindo dijo: "En la tradición espiritual se ha considerado el cuerpo físico como un obstáculo incapaz de espiritualización o transmutación y un pesado lastre que ataba el alma a la naturaleza terrena y le impedía ascender a la plenitud espiritual en Lo Supremo o a la disolución de su ser individual en Lo Supremo. Pero, aunque esta concepción del papel del cuerpo en nuestro destino es suficientemente adecuada para un sadhana (disciplina espiritual) que sólo vea la tierra como un campo de ignorancia y la vida terrena como una preparación para una retirada salvífica… es insuficiente para un sadhana que conciba una vida divina sobre la tierra y la liberación de la propia naturaleza terrena como parte de un objetivo total de encarnación del espíritu aquí. Si nuestra meta es una transformación total del ser, una transformación del cuerpo debe necesariamente formar parte de la misma. Sin ello no es posible una vida divina plena sobre la tierra".

Sri Aurobindo no fue ningún teórico, sino que comprobó en su propio cuerpo físico, emocional y mental los efectos del sadhana, mientras trabajaba en el nivel del subconsciente y el inconsciente., sobre todo en el período de 1926 hasta 1940. En ese período, el trabajo discurrió en un nivel que Sri Aurobindo llamaba "la mente celular", "una oscura mente del cuerpo, de las propias células, moléculas, corpúsculos"; "esta mente del cuerpo es una verdad muy tangible. Debido a su oscuridad y su aferramiento mecánico a los movimientos pasados y al fácil olvido y rechazo de lo nuevo, encontramos en ella uno de los obstáculos más importantes para el empapamiento por la Fuerza supramental y la transformación del funcionamiento del cuerpo. Pero, por otra parte, una vez convertida será uno de los instrumentos más preciosos para la estabilización de la Luz y la Fuerza supramentales en la Naturaleza material".

Sri Aurobindo descubrió luego que la transformación completa de la humanidad no era posible para un individuo: "Para ayudar a salir a la humanidad no bastaba que un individuo, por grande que fuera, lograra una solución individual, [porque] incluso cuando la Luz está dispuesta a descender, no puede quedarse hasta que el plano inferior también esté preparado para soportar la presión del Descenso".

Su discípula, llamada luego La Madre, escribió: "Si se quiere hacer el trabajo en solitario es absolutamente imposible terminarlo, porque todo ser físico, por completo que sea, aunque sea de una clase enteramente superior, aunque esté hecho para una obra muy especial, no deja de ser parcial y limitado. Sólo representa una verdad, una ley, y la transformación plena no puede lograrse sólo a través de él, de un único cuerpo… de modo que si se quiere realizar una acción general, al menos hay que contar con un mínimo de seres físicos."

Para ellos, Sri Aurobindo y La Madre, la actividad en el mundo era un medio fundamental: "La vida espiritual halla su expresión más poderosa en el hombre que vive la vida corriente de los hombres con la fuerza del yoga [o la meditación u oración, con la disciplina que le permita la fusión con la Conciencia Supramental]… Esa unión de la vida interior y la exterior es la que permitirá a la humanidad elevarse y volverse poderosa y divina".

La conciencia de la tremenda resistencia colectiva del subconsciente y el inconsciente no obstaculizó que se lograra alcanzar una meta transcendental para la humanidad: el que ahora el cambio total y radical del ser humano y las condiciones de vida, en lugar de una posibilidad individual es una posibilidad colectiva. Este es precisamente el trabajo de Sri Aurobindo: establecer como un hecho y una posibilidad terrena para todos la conciencia supramental.
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Citas extraídas y resumen realizado de:

Govindan, M. (1996). Babaji y la tradición de kriya yoga de los dieciocho siddhas. (4° ed). Canadá: Kriya Yoga Publications.

Sobre el cambio individual y colectivo: la superación de la inercia y resistencia de lo psíquico y lo físico

A veces pensamos en la necesidad de cambiar tal o cual aspecto de nosotros o de la realidad que nos rodea, pero no tenemos una clara consciencia de lo que ello implica, de las fuerzas que están en juego. Queremos cambiar ciertos rasgos o hábitos en nosotros o en los demás (pareja, familia, sociedad), siendo ello válido, pero es una locura querer hacerlo solamente con las puras fuerzas del ego. En nuestro intento nos terminamos encontrando con una tremenda resistencia o inercia, siendo esta fuerza opuesta muy patente en nuestra historia individual, grupal y humana. La materia y lo inconsciente (que son iguales) oponen resistencia, además de la que suman las fuerzas involutivas. Y para ello es necesario fluir con fuerzas internas a nosotros que pertenecen a núcleos superiores de consciencia: El Ser superior o Espíritu-Luz y Lo Divino (Dios o Lo Supremo). Sin la intervención de estos niveles superiores de conciencia, y el anclaje de su Luz y Fuerza en todos los niveles de nuestra Personalidad, no hay una total o completa cura o sanación.

Ello es muy patente en los diversos tipos de terapias. Freud fue consciente de la inercia y mutabilidad de lo inconsciente, de lo que luego llamó la compulsión a la repetición. Pero se equivocó al creer que en hombre no existían las fuerzas capaces de transmutar y superar los contenidos y movimientos de lo inconsciente.

Jung fue más lejos al experimentar y concientizar que:

"...el ingreso en lo numinoso es la verdadera terapia."
                                           Jung, Carl Gustav (1949). Cartas.

"No es mirando la luz como se vuelve uno luminoso, sino vertiendo luz en la propia oscuridad."
                                          Jung, C.G.

"Sólo se puede esperar que el mysterium coniunctionis se complete una vez que la unidad del espíritu-alma-cuerpo se ha conectado con el unus mundus [Lo Supremo] del principio."
Jung, C.G. (2002). Mysterium coniunctionis. Madrid: Trotta. 

Querer cambiar lo mental o lo emocional sin cambiar lo vital y lo físico es incompleto, nos llevará a seguir viviendo en la polaridad de nuestro bien y nuestro mal, haciendo que "llueva sobre mojado": la emergencia de "más de lo mismo", la vuelta de la noria de mismidades, el retorno del "pasado que no pasa", la continuación de "la historia detenida".

Para aquellos que sientan la necesidad de ir más allá de los recursos que ofrece el "mercado  psicoterapéutico", los invito a leer el texto que aparece a continuación.

Wladimir Oropeza

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LA TRANFORMACIÓN DEL FÍSICO

(III. 1423) (VI. 1)
- No se debe menospreciar al físico; forma parte del proyecto de manifestación.

(III. 1423) (VI. 1)
- Eso se debe a que tu consciencia, en el curso de la sâdhanâ [disciplina para alcanzar la iluminación o el estado de Despierto: yoga, meditación, oración], ha llegado a tener contacto con la naturaleza física inferior y la ve tal como ella es en sí misma cuando no está reprimida ni dominada por la mente, el psíquico o la fuerza espiritual. Esta naturaleza, en su estado bruto, está saturada de deseos obscuros y bajos; es la parte más animal del ser humano. Uno debe  tomar contacto con ella, para conocer lo que contiene  y transformarlo. La mayoría de los sâdhakas de la vieja escuela están satisfechos con elevarse a las regiones espirituales o psíquicas y abandonan esta parte de su ser a su suerte, pero por eso permanece intransformada, incluso si su mayor parte está apaciguada, y entonces no es posible ninguna transformación completa. Tú, lo único que debes hacer es permanecer tranquilo y no agitarte, y dejar que la Fuerza superior trabaje para transformar esta obscura naturaleza física.
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(III. 1423) (VI. 1)
- Todo esto puede estar muy bien en teoría, pero en la práctica uno encuentra que la impureza física es lo suficientemente fuerte como para obstruir el camino hacia el progreso interior, y limitar rígidamente la experiencia interior, reduciéndola a una paz pasiva.
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(III. 1423-1425) (VI. 1-3)
- La oportunidad para que actúen estas fuerzas contrarias se da cuando el sâdhaka desciende inevitablemente en el curso de la sâdhanâ desde la mente o del plano vital superior a la consciencia física. Esto viene acompañado invariablemente de una difuminación de las primeras experiencias profundas y de un descenso a la inercia obscura y neutral, que es el fundamento sólido de la naturaleza física no regenerada. Es allí donde la Luz, el Poder, el Ananda del Divino debe descender y transformarlo todo, expulsando para siempre toda obscuridad y toda inercia, e instaurar la Energía radiante, la Luz perfecta y la Dicha inmutable. Es allí, y no en la mente o en el vital superior, donde reside toda la dificultad, pero también allí es donde debe obtenerse la victoria y crear las bases de un nuevo mundo. Yo no deseo disfrazar ante ti la dificultad de esta gran y enorme transformación, ni la posibilidad de que se abra ante ti un largo período de duro trabajo; pero, ¿no estás dispuesto realmente a hacerle frente y a tomar tu parte en la gran labor ? ¿Rechazarás la grandeza de esta empresa para seguir a un impulso loco e irracional que te empuja hacia un trabajo, que puede apasionarte algo más por un momento, pero por el cual ninguna parte de tu naturaleza siente una vocación real ? 

- No existe ninguna razón verdadera para desanimarte; en nada de lo que has pasado encuentro ninguna buena razón para ello. Tus dificultades no son nada comparadas con las que otros, no siendo tan fuertes como tú, han experimentado y, sin embargo, las vencieron. Todo lo que ha ocurrido es que este descenso a la consciencia física ha puesto en primer plano a la naturaleza exterior y ordinaria con sus imperfecciones elementales y sus pulsiones subconscientes insatisfechas, y son ellas las solicitadas por la fuerza contraria. La mente y el vital superior se han despojado de las ideas y de las ilusiones que daban a la satisfacción de tales pulsiones una justificación, una apariencia de legitimidad, e incluso nobleza. Pero su raíz, su necesidad innata e irracional de satisfacerse, todavía no ha sido arrancada; está ahí la razón, por ejemplo, de los movimientos sexuales que has experimentado recientemente, tanto durmiendo como en vigilia. Esto era inevitable. Todo lo que se precisaría es que tu ser psíquico venga al primer plano y te abra al contacto interior directo, real y constante con Lo Divino. Hasta ahora tu alma se ha expresado a través de la mente, de sus ideales, o de sus arranques de admiración, o a través del vital, de sus alegrías y de sus aspiraciones superiores; pero esto no es suficiente para vencer las dificultades físicas, e iluminar y transformar la Materia. Es tu alma en sí misma, tu ser psíquico, quien debe venir al primer plano, despertar enteramente, y llevar a cabo la transformación fundamental. El ser psíquico no tendrá necesidad del soporte de ideas intelectuales, o de los signos o las ayudas exteriores. Sólo él puede darte el sentimiento directo del Divino, su constante cercanía, el apoyo y la ayuda interiores. Entonces ya no sentirás la impresión de una Madre lejana, ni tampoco tendrás dudas sobre la realización; porque la mente piensa y el vital se abrasa en deseos, pero el alma siente y conoce al Divino. 

- Arroja de ti estos movimientos de duda, de depresión, y todo lo demás que no forme parte de tu verdadera naturaleza superior. Rechaza estas sugestiones de incapacidad y de incompetencia,  todos esos movimientos irracionales que te son sugeridos por una fuerza ajena a ti mismo. Permanece fiel a la Luz de tu Alma [que es tu Ser o Espíritu-Luz], incluso cuando las nubes te la oculten. ... Lo único necesario para ti, como para todos los demás, es permanecer, incluso en la obscuridad de la consciencia física y de sus tenebrosos poderes, obstinadamente fiel a tu alma y al recuerdo de la Llamada Divina. Sé fiel y vencerás.
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(III. 1425) (VI. 3-4)
- Cuando yo hablaba de ser fiel a la luz del alma y a la Llamada Divina, no me refería  a nada del pasado, o a algún desliz por tu parte. Simplemente afirmaba la gran necesidad, en todas las crisis y en todos los ataques, de rehusar escuchar cualquier sugestión, cualquier impulso, cualquier seducción, y de oponer a todo esto la llamada de la Verdad, la señal imperiosa de la Luz. Ante toda duda y depresión, decir: “Yo pertenezco al Divino, no puedo fracasar.”; a todas las sugestiones de impureza e incapacidad, replicar: “Yo soy un hijo de la Inmortalidad, elegido por el Divino; no tengo que ser fiel más que a mí mismo y a Él. La victoria es segura; incluso si fallo, me levantaré de nuevo.”; a todos los impulsos de abandono para servir a algún ideal más pequeño, contestar: “Éste es el más grande; éste es la Verdad que sólo ella puede satisfacer mi alma; me mantendré firme en todas las pruebas y tribulaciones hasta el desenlace final del viaje divino.” Esto es lo que yo entiendo por fidelidad a la Luz y a la Llamada.
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(III. 1425-1426) (VI. 4.5)
- Estos movimientos aparecen casi inevitablemente, con mayor o menor intensidad,  en una cierta etapa crítica, a través del cual debe pasar casi todo el mundo, que dura un largo y penoso período de tiempo, sin que por ello sea en absoluto concluyente o definitivo. Habitualmente, si uno persevera, este período corresponde a la noche más obscura previa al amanecer; todos o a casi todos los aspirantes espirituales deben pasar por allí. Esto es debido a la zambullida que uno debe efectuar en la consciencia física esencial, no apoyado por ninguna luz mental verdadera, ni por ninguna alegría de vivir vital, porque éstas habitualmente se retiran detrás del velo, aunque no estén, a pesar de las apariencias, perdidas definitivamente. Se trata de un período en el que la duda, la negación, la aridez, la grisura y toda clase de cosas similares emergen con gran vigor, y frecuentemente gobiernan por un tiempo como soberanos absolutos. Es tras este estadio, cuando ha sido exitosamente franqueado, cuando la luz verdadera comienza a asomar, luz que no es la de la mente, sino la del espíritu. La luz espiritual, es cierto, aparece en los estadios tempranos, débilmente en algunos; en otros (menos numerosos), en una medida considerable, si bien éste no sea el caso general, porque algunos deben esperar hasta que la mente, el vital y la consciencia física puedan verse limpios de la materia obstructora; hasta entonces reciben solamente contactos intermitentes. Pero incluso en las mejores condiciones, esta luz espiritual inicial no es nunca completa mientras la obscuridad de la consciencia física no haya sido afrontada y superada. No es culpa de uno caer en este estado, y puede aparecer cuando incluso está intentando lo mejor de sí mismo para avanzar. Esto no indica, en verdad, que haya una incapacidad radical en la naturaleza, sino que ciertamente es una dura ordalía, y uno debe mantenerse muy firmemente para atravesarla. Estas cosas son difíciles de explicar, porque a la razón humana ordinaria le cuesta comprender o aceptar la necesidad psicológica.
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(III. 1426-1427) (VI. 5.6)
- No hay ninguna razón que justifique el desánimo. El hecho es que, tras haber permanecido durante tanto tiempo en el plano mental y en el vital, has comenzado a percibir la consciencia física, y la consciencia física es así en todo el mundo. Es inerte, conservadora, no desea moverse, ni cambiar; se aferra a sus hábitos (lo que la gente llama su carácter), o sus hábitos (movimientos habituales) se aferran a ella, y se repiten con la perseverancia mecánica de un movimiento de relojería. Una vez que hayas clarificado más o menos tu vital, los escombros descienden a esta consciencia física y se incrustan allí. Verás, si has llegado a ser interiormente consciente, que tú quizás estás haciendo presión, pero el físico reacciona muy lentamente; al principio apenas parece moverse en absoluto. El remedio es una aspiración firme e inmutable, un trabajo paciente, la presencia del psíquico en el físico, llamando a la Luz y a la Fuerza para que desciendan a estas partes obscuras del ser. La Luz hace tomar consciencia de lo que hay allí; la Fuerza debe continuar para actuar sobre ellas hasta que se transformen o desaparezcan.
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(III. 1427) (VI. 6-7)
- Cuando la consciencia física predomina, y mientras no haya sido enteramente transformada, se produce siempre este efecto: uno se siente como un individuo ordinario o peor, completamente en la consciencia exterior; la consciencia interior está velada, la acción del poder del yoga [o la meditación o la oración] aparentemente suspendida. Esto ocurre también en las primeras etapas, pero entonces es, por lo general, menos absoluto, porque una parte de la mente y del vital  continúa activa en el físico; o incluso si la sâdhanâ se interrumpe completamente, no dura largo tiempo, y así uno le presta menos atención. Pero una vez recorrida la etapa mental y vital del yoga, uno desciende al nivel físico; este estado, que es connatural a la consciencia física, se manifiesta plenamente y persiste durante largos períodos. Esto ocurre porque uno debe descender y penetrar esta parte del ser para actuar directamente sobre ella; porque si esto no se lleva a cabo, no puede haber una transformación completa de la naturaleza. Hay que comprender que esto no es más que una etapa, y que perseverando en la fe, será superada. Si esto se hace, la Fuerza, en primer lugar actuando detrás del velo, y después en el primer plano, podrá más fácilmente hacer emerger la consciencia yóguica [o transcendental] a la envoltura física exterior y hacerla luminosa y sensible a su influencia. Si uno conserva firmemente la fe y la tranquilidad, eso puede hacerse con mayor rapidez; si la fe queda eclipsada, o la tranquilidad perturbada porque se prolongan las dificultades, llevará más tiempo, pero incluso entonces, se llevará a cabo; ya que, aunque no se sienta, la Fuerza está allí haciendo su labor. Esta evolución no  puede ser evitada más que si uno rompe o abandona la sâdhanâ, porque, en razón de las dificultades, llega a impacientarse demasiado como para atravesarla hasta llegar al fin. Esto es lo único que no debe ocurrir jamás.
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(III. 1428) (VI. 7)
- Cuando yo daba explicaciones sobre la inercia física, quería decir que era ésta la que había estado impidiendo desde siempre la eliminación de los viejos movimientos, y les había otorgado la fuerza para retornar tras haber sido expulsados; porque es en el subconsciente o en el inconsciente material donde encuentran los cimientos para su resistencia. Cuando esta parte del ser  emerge y se muestra aislada, no apoyada por la mente ni el vital, actuando mediante el poder de su propia inercia, y no con la aprobación de la mente o del vital, no haciendo más que repetir los movimientos del pasado por la fuerza de un viejo hábito, es entonces posible hacer frente a la resistencia en su raíz, en vez de cortar las flores, los frutos y las ramas una vez que han hecho su aparición. 

- Es precisamente esta falta de disposición para hacer lo que sea la que debe ser despojada -porque ella supone simplemente un consentimiento a la fuerza de la inercia. Si tú no puedes hacer nada más, los viejos métodos de mortificación, etc., serán, obviamente, ineficaces; deberías invocar  a la Paz Divina y a la Fuerza para que desciendan, actúen sobre la inercia y te abran a su acción. Si esta consciencia física obstructora está hecha para dejar penetrar y aceptar su influencia, ahí estará la clave de la solución.
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(III. 1428) (VI. 8)
- Yo he dicho que tu consciencia, al descender, ha entrado en contacto directo con la naturaleza física exterior, que está siempre saturada de movimientos inferiores; y cuando esto ocurre, los percibes tal como son si no están bajo el dominio de la mente ni del psíquico. Todo sâdhaka [practicante del yoga, o meditador o persona que ora disciplinadamente] debe entrar así en contacto directo con esta parte del ser; de otro modo, no se produciría su  transformación.
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(III. 1429) (VI. 8)
- Sí, ciertamente; en eso es en lo que yo insisto: es preciso llevar la realización [espiritual] a esta parte física inerte, que se ha hecho preponderante. Cuando alguna parte del ser se muestra así, dejando aparecer todos sus defectos y limitaciones -aquí, la inercia o la incapacidad (apravritti), la obscuridad (aprakâsha) o el olvido-, se trata de poner el orden adecuado,- ella surge para sufrir una inicial o preliminar transformación. La paz y la luz [del Espíritu] en la mente, el amor y la compasión en el corazón, la calma y el poder en el vital, una receptividad y una buena disposición arraigadas (prakâsapravritti) en el físico, tales son los cambios necesarios.
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(III. 1429) (VI. 8-9)
- Si te sientes así, es solamente porque estás muy identificado con la parte del ser que no ha sufrido todavía una transformación; y por eso percibes la dificultad, incluso la imposibilidad de cambiar. Pero aunque esta dificultad sea real, la imposibilidad no existe. Además esta identificación puede ser una ayuda, porque gracias a ella la transformación puede ser radical por la acción directa en la parte misma, o por una influencia indirecta sobre ella por medio de la mente o del vital superior. Reposa y restablece tus fuerzas psíquicas; ábrete para que la Fuerza de Lo Divino pueda actuar libremente sobre ti, para que cese toda perturbación, y comience un movimiento nuevo y más poderoso.
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(III. 1429-1430) (VI. 9)
- Lo que tú  describes es la consciencia material; es mayormente subconsciente, pero incluso su parte consciente funciona mecánicamente, movida inertemente por los hábitos o por las fuerzas de la naturaleza inferior. Siempre repitiendo los mismos movimientos, sin inteligencia y sin luz, está apegada a la rutina y al reinado establecido de lo que existe de siempre, no dispuesta al cambio, ni a recibir la Luz, ni a obedecer a la Fuerza superior. O, si está dispuesta, entonces es incapaz. O, si es capaz, cambia la acción que le ha sido inspirada por la Luz o por la Fuerza en una nueva rutina mecánica, y de esta manera pone fuera de ella toda alma y toda vida. Es obscura, estúpida, indolente, llena de inercia e ignorancia, de la obscuridad y de la pesadez de tamas. 

- Es en esta consciencia material en la que nosotros estamos intentando introducir, en primer lugar, la Luz, el Poder y el Ananda superiores (divinos o espirituales), y a continuación la Verdad supramental, que es el objetivo de nuestro yoga [meditación u oración].
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(III. 1430) (VI. 9-10)
- Cuando la supermente [los niveles monádico y divino de nuestro Ser: el Espíritu-Luz] haya descendido plenamente a la consciencia material, creará  las condiciones  adecuadas allí. Creará la unidad; la presencia y el sentimiento de contacto serán percibidos constantemente  por el ser material,  y se establecerá verdaderamente todo el contacto físico que sea necesario. La tristeza de la que hablas no es psíquica ─porque la “envidia dolorosa” pertenece al vital, no al psíquico─. El psíquico nunca siente la tristeza procedente del deseo frustrado, porque éste no tiene cabida en su naturaleza; la pena que experimenta algunas veces se produce cuando constata que el Divino es rechazado, o que la mente, el vital y el físico, en el hombre o en la naturaleza, se alejan de la Verdad para seguir la perversión, la obscuridad o la ignorancia. Sin embargo, en el reino de la supermente, incluso la naturaleza exterior vital estará obligada a transformarse, y, por consiguiente, los sentimientos de este género no tendrán la oportunidad de aparecer.
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(III. 1430-1431) (VI. 10)
- Tú has llegado a ser consciente de la consciencia más física; eso es así en casi todo el mundo: cuando uno penetra plena o exclusivamente en ella, la percibe como la de un animal, sea obscura y agitada, sea inerte y estúpida; y en ambos estados, cerrada al Divino. Es solamente llevándole la Fuerza y la consciencia superiores cómo uno puede transformarla fundamentalmente. Cuando estos movimientos se muestren, no deben verse afectados por su emergencia, sino que se entienda que aparecen para ser transformados. 

- Aquí, como en todas partes, la tranquilidad [o la conexión con la Paz del Ser] es lo primero que se requiere. Es preciso  mantener la consciencia apacible, no permitirle estar agitada y en confusión; a continuación, en la tranquilidad, apelar a la Fuerza para que ilumine toda esta obscuridad y la transforme.
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(III. 1431) (VI. 11)
- Lo que debes hacer es insistir en sacar tiempo para la meditación -en un momento del día en el que sea poco probable que seas molestado-, y a través de la meditación recuperar el contacto [con tu Ser y con Lo Divino]. Puede haber alguna dificultad porque la consciencia física está en el primer plano, pero con una aspiración perseverante el contacto se restablecerá . Una vez que percibas de nuevo que la conexión entre el ser interior y el exterior está restablecida, llama para que desciendan la Paz, la Luz y el Poder a este último con el fin de construir en la mente y en el ser más exteriores la base de una consciencia permanente que te acompañe en el trabajo y en la acción, además de en la meditación y en la soledad.
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(III. 1431-1432) (VI. 11-12)
- “A merced de los ruidos exteriores y de las sensaciones corporales externas”,  “no existiendo ningún poder para desprenderse de la consciencia ordinaria a voluntad”, “toda la tendencia del ser alejada del yoga”, -todo esto es, sin discusión, aplicable a la mente física y a la consciencia física cuando se aíslan, por así decir, y ocupan toda la superficie, empujando todo lo demás al fondo. Cuando una parte del ser es sacada al exterior para ser sometida al trabajo de transformación, esta especie de emergencia que acapara todo, y la actividad dominante de esta parte, como si sólo existiera ella, se producen  muy habitualmente; y desafortunadamente, es siempre lo que debe ser transformado (las condiciones indeseables, las dificultades de esta parte) lo que se levanta en primer lugar y ocupa todo el campo de la consciencia, repitiéndose obstinadamente. En el físico, es la inercia, la obscuridad, la incapacidad, lo que emerge a la superficie con toda su obstinación. Lo único que debe hacerse en esta fase desagradable es ser todavía más obstinado que la inercia física y persistir firmemente en su tentativa -una persistencia sostenida, sin lucha agitada- para llevar a cabo una ancha y permanente apertura [a la Luz, la Fuerza y el Poder de la supermente o del Ser], verificada incluso en esta sólida roca de la obstrucción.
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(III. 1432) (VI. 12)
- Eso significa que estás completamente enfrentado con el físico subconsciente. Por pesada y tediosa que sea la resistencia, debes perseverar hasta que hayas adquirido la Paz, el Conocimiento, la Fuerza en esta parte del ser y reemplacen a la inercia.
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(III. 1432) (VI. 12-13)
- La sâdhanâ  física consiste en hacer descender la Luz, el Poder, la Paz y el Ananda de los planos superiores a la consciencia del cuerpo, en despojarse de la inercia del físico, de las dudas, de las limitaciones de la mente física, de su tendencia a exteriorizarse, de las energías defectuosas del físico vital (de los nervios), y en reemplazar todo esto, en esta parte del ser, por la consciencia verdadera, de manera que el físico pueda ser un instrumento perfecto para la Voluntad Divina. La atención particular dirigida a la alimentación y al cuidado del cuerpo no tiene más finalidad que  mantenerlo en buen estado [y ser la plataforma para la instauración de la Paz]. 

- [La somnolencia:] No necesitas preocuparte de esto. Cuando uno tiene una fuerte tendencia a interiorizarse, el cuerpo, no siendo todavía suficientemente consciente para compartir la experiencia en un estado de vigilia, intenta asimilar las fuerzas que descienden a través del sueño. Se trata de un fenómeno común. Cuando el cuerpo haya asimilado suficientemente, estará mejor dispuesto.
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(III. 1432-1433) (VI. 13)
- La diferencia reside en el hecho de que aquellos que practican la sâdhanâ [yoga, meditación u oración] viven en el plano físico con el fin de transformarlo -bajo la presión de la Fuerza engendrada por la sâdhanâ, que empuja hacia esta transformación, y debe continuar hasta que la haya conseguido. Aquellos que no hacen la sâdhanâ viven en el plano físico, no para transformarlo, sino para perpetuarlo tal como es; ninguna Fuerza de este género, ninguna presión, ninguna necesidad les empuja. Aquellos que no son sâdhakas, pero tienen su mente orientada hacia la consciencia superior, están preparándose para la sâdhanâ y llegará un día en el que la practicarán -de cualquier género que ella pueda ser. 

- Las dificultades físicas predominan cuando uno desciende al plano físico, del mismo modo que las vitales cuando baja al plano vital. La transformación implica hacer frente a tales dificultades y transformar o superar lo que emerge en cada parte del ser, de manera que esta parte pueda responder a la llamada de lo alto; pero la transformación plena de la totalidad no puede llegar más que mediante el ascenso a la Consciencia superior y por el descenso de esta Consciencia. El primer paso en esto es, en general, aunque no siempre, la realización del yo en lo alto, y el descenso de la paz de lo alto a todo el ser, incluso al físico más material.
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(III. 1433) (VI. 13-14)
- En la medida en que tal estado [vivir en la consciencia física] puede definirse mediante signos externos, uno puede decir que consiste en una pasividad fundamental en la que uno es y hace lo que las fuerzas del plano físico hacen que uno sea y haga. Cuando uno vive en la mente, existe una inteligencia mental y una voluntad mental activas que intentan dominar y  modelar la acción, la experiencia, la vida y todo lo demás. Cuando uno se encuentra en el vital, está pletórico de energía, de entusiasmo, de pasión y de fuerza, fenómenos que pueden ser buenos o malos, pero en todo caso están desbordantes de vida. Estos movimientos en la inercia física, o bien desaparecen, o bien llegan a debilitarse, o son fuerzas que actúan sobre el organismo ocasionalmente, pero que él mismo no posee. Este estado puede no ser absoluto, porque la mente y un vital están siempre allí, pero es lo que predomina. Hay dos maneras de salir de esto: una, elevándose por encima hasta el yo y ver desde allí al físico como un instrumento, no como uno mismo; el otro consiste en hacer bajar a la Fuerza divina y transformar al físico en un instrumento de esta Fuerza.
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(III. 1433) (VI.14)
- Tú  no puedes, mientras tengas un cuerpo, vivir sin la consciencia física, pero puedes vivir más centrado en el psíquico [el Alma] y en las demás partes del ser [el Espíritu] y con ellas transformar la consciencia física.
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(III. 1434) (VI.14)
- [Los defectos de la consciencia física:]. Son numerosos, pero principalmente la obscuridad, la inercia, el tamas, una aceptación pasiva del juego de las fuerzas perversas, la ineptitud para cambiar, el apego a los hábitos, la carencia de plasticidad, el olvido, la pérdida de experiencias o realizaciones previamente ganadas, la indisposición a aceptar al Luz o a obedecerle, la incapacidad (debido al tamas, o al apego, o a una reacción pasiva a las fuerzas de costumbre) de hacer lo que reconoce como lo Justo y el Bien.
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(III. 1434) (VI.14-15)
- Esta negación es la verdadera naturaleza de la resistencia física, y la resistencia física constituye la base total de la negación del Divino en el mundo. Todo en el físico es tenaz, obstinado, con una enorme cantidad de fuerza de negación y de inercia; si no fuera así, la sâdhanâ sería extremadamente superficial. Tú debes hacer frente a este carácter obstinado de la resistencia física y vencerla tantas veces como pueda emerger. Éste es el precio que exige la transformación de la consciencia terrestre.
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(III. 1434) (VI.15)
- Aparte de la dificultad individual de la naturaleza física, existe la dificultad general en la naturaleza terrestre física. La naturaleza física es lenta, inerte, y renuente al cambio; su tendencia es estar inmóvil y exigir largos períodos de tiempo para conseguir un mínimo progreso. La voluntad, incluso la más fuerte, ya sea mental, vital, y también la psíquica, tienen las mayores dificultades para superar esta inercia. Sólo haciendo descender constantemente la Consciencia, la Fuerza y la Luz de lo alto, es como puede alcanzarse este objetivo.  Por lo tanto debe haber una voluntad y una aspiración permanentes tendiendo hacia esta meta y hacia la transformación, y debe ser una voluntad sostenida y paciente, y que no se rinda aun cuando la resistencia de la naturaleza física alcance su paroxismo.
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(III. 1434-1435) (VI.15-16)
- La mente física es, por naturaleza, obstinada. La naturaleza física existe por la constante repetición de la misma cosa; sólo es una presentación constante de diferentes formas de sí misma. Por lo tanto, cuando la consciencia física está activa, esta recurrencia obstinada forma parte de su naturaleza; de otro modo, ella permanece embotadamente inerte. Cuando nosotros deseamos despojarnos de los viejos movimientos de la naturaleza física, ella resiste mediante esta clase de repetición obstinada. Uno debe ser muy persistente en su rechazo para desprenderse de ellos [no centrándose en el rechazo, sino en el descenso y anclaje de la Luz y la Fuerza de Lo Divino]. 

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(III. 1435-1436) (VI.16-17)
- La consciencia terrestre no desea cambiar, de manera que rechaza lo que le llega desde lo alto; siempre ha hecho esto. Este rechazo puede desaparecer sólo si aquellos que han emprendido la práctica de este yoga se abren y están dispuestos a transformar su naturaleza inferior. 

- Lo que evidentemente obstaculiza el camino es, como siempre, el ego vital con su ignorancia y con el orgullo de su ignorancia; y la consciencia física con su inercia, que se ofende y se resiste a toda llamada al cambio, y con su indolencia, que no le gusta tomarse la molestia; se encuentra más confortable siguiendo su camino y repitiendo siempre los mismos movimientos y, en el mejor de los casos, esperando que todo sea hecho por otro, de algún modo y en algún momento. 

- Lo primero es tener una buena actitud interior; y tú la tienes; para lo demás, es necesaria la voluntad de transformarse, y la vigilancia para percibir y rechazar todo lo que forme parte del ego y de la obstinación tamásica de la naturaleza inferior. Finalmente, mantenerse también abierto a la Lo Divino en cualquier parte del ser, de manera que el proceso de transformación no pueda encontrar impedimento.
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(III. 1436) (VI.17)
- El embotamiento y la dispersión son las dos caras de la resistencia del físico a la Paz y al Poder concentrado.
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(III. 1436) (VI.17)
- La inercia de la consciencia física es siempre una cosa difícil de eliminar; es ella, más todavía que las resistencias del vital, quien hace que todos los movimientos de la ignorancia continúen repitiéndose aun cuando uno tenga el conocimiento y la voluntad para cambiar. Pero esta dificultad debe ser afrontada y superada por el sâdhaka mediante una voluntad igualmente perseverante. Es una llama constante que debe consumirse, tan constante como obstinada es la obstrucción. Por lo tanto no te desanimes por la persistencia de la obstrucción de la ignorancia. La perseverancia de tu voluntad para vencer, con la fuerza de Lo Divino apoyándola, llegará al final de la resistencia.
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(III. 1436) (VI.17-18)
- La tendencia del físico a la inercia es muy fuerte; incluso después de que uno esté acostumbrado a vivir en la consciencia superior, algunas partes del ser -generalmente las más exteriores o las más materiales- pueden experimentar esta presión de la inercia. La inercia procede, habitualmente, del subconsciente [o infraconsciente, los niveles por debajo de la conciencia humana]. No anula a la consciencia superior en el físico, pero entorpece su acción, e incluso la hace descender de un nivel superior a otro inferior: por ejemplo, de la intuición a la mente superior, o de los rangos superiores de la sobremente a los rangos inferiores. Su resistencia impide, por algún tiempo, que la siddhi [iluminación] llegue a ser completa. Sólo cuando la consciencia más material, el subconsciente y la consciencia circundante están completamente liberados, es cuando este efecto retardante o de rebajamiento causado por la Inercia fundamental puede ser enteramente eliminado.
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(III. 1437) (VI.18)
- Todas las cosas pueden suscitar una reacción; la inercia también puede propagar olas de sí misma, como las otras cosas.
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(III. 1437) (VI.18)
- En el caso de que se aplique al psíquico y al subconsciente, la acción es siempre más lenta que cuando se efectúa sobre la mente y sobre el vital, porque la resistencia de la substancia física es siempre más pesada, menos inteligente y menos adaptable; pero en compensación, el trabajo realizado en el ser mediante este movimiento más lento es, al final, más completo, más sólido y más durable.
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(III. 1437) (VI.18-19) Principio de Adversidad Espiritual
- La dificultad de la naturaleza física se presenta inevitablemente en el curso del desarrollo de la sâdhanâ. Su poder de obstrucción, su inercia, su ausencia de aspiración, su inmovilismo deben mostrarse antes de que uno pueda despojarse de ellos; si no es así, permanecerán siempre indetectables, poniendo trabas incluso en la mejor sâdhanâ e impidiendo su cumplimiento íntegro. Esta emergencia de la naturaleza física dura más o menos tiempo, según las circunstancias, pero no hay nadie que se la ahorre. Lo que hay que hacer es no perturbarse, no estar ansioso, ni impacientarse, porque esto no hace más que prolongarlo, sino poner entera confianza en Lo Divino, y perseverar tranquilamente en la fe, en la paciencia y en una voluntad imperturbable para que se opere una transformación completa. Es en estas condiciones como la fuerza de Lo Divino puede actuar mejor en el ser.
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(III. 1437-1438) (VI.19)
- El primer medio es no verse afectado cuando aparece la inercia, o cuando se instala. El segundo es desapegarse no solamente por arriba, sino también por abajo, y no identificarse. El tercero es rechazar todo lo que sea provocado por la inercia y no considerarlo como propio ni aceptarlo en absoluto. 

- Si eres capaz de hacer todo esto, existirá algo en ti que permanece perfectamente tranquilo, incluso en la inercia más grande. A través de esta parte tranquila podrás hacer descender la Paz, la Fuerza, e incluso la Luz y el Conocimiento, al corazón de esta inercia.
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(III. 1438) (VI.19-20) Principio de las Fuerzas Involutivas
- Las fuerzas adversas intuyen que hay algo en ti que es desconcertante e indócil a causa de la prolongación de la inercia, y esperan que, reforzando su presión cada vez más, suscitarán una rebeldía. Lo importante para ti en estas circunstancias es procurar que tu fe, tu consagración y tu Samatâ lleguen a ser absolutas. Esto es un progreso tan grande y esencial como tener experiencias superiores, etc.
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(III. 1438) (VI.20)
- Algunas personas se han servido de la violencia para transformar el físico, pero yo no creo que ese método sea útil. Sin duda que el físico constituye un obstáculo tenaz, pero debe ser iluminado, persuadido e incluso presionado para que se transforme, pero no oprimido, ni forzado por la violencia. Aquellos que tratan la mente, el vital y el cuerpo con violencia, actúan así porque tienen prisa, pero he observado invariablemente que eso entraña un recrudecimiento de  las reacciones y de los obstáculos y no a un progreso genuinamente sólido.
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(III. 1438-1439) (VI.20) Principio de las Fuerzas Involutivas
- [El efecto producido por la obstrucción de la consciencia física:] depende de los puntos débiles del individuo y del estado que haya alcanzado en su progreso [y en estos puntos débiles presionan más las fuerzas involutivas]. En líneas generales, esta obstrucción engendra una inercia que impide la acción de los Poderes superiores. En las etapas más tempranas puede bloquear el progreso completamente. A continuación, tiene como efecto ralentizarlo, e incluso le impedirlo mediante períodos de inercia estacionaria. La dificultad principal de la consciencia física es que, antes de que sea transformada, es incapaz de mantener la tensión de la tapasya: tiene necesidad de períodos de asimilación, zambulléndose en la consciencia ordinaria para descansar, -también tiende a un constante olvido de lo que se ha hecho [y se pierde la memoria de los avances psíquicos y espirituales, dejando de ser constante en el logro de la iluminación].
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(III. 1439) (VI.20-21)
- El descenso a la consciencia física, o su emergencia imponiendo su presencia, conlleva, como uno de los primeros efectos, el debilitamiento de la voluntad: anteriormente tú vivías sobre todo en la mente y en el vital. La consciencia física está saturada de inercia; no desea moverse, sino ser movida por otras fuerzas cualesquiera que sean; éste es su hábito. Hay que acabar con esta inercia poniéndola en contacto con las adecuadas fuerzas superiores. Por esto te he pedido que aspires a la inmensidad superior, a la pureza y a la paz de lo alto, de manera que vengan ocupar el físico y para que la Fuerza verdadera actúe, en lugar de las ideas e impulsos que te invaden.
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(III. 1439) (VI.21)
- El período de no-esfuerzo, en el que uno es incapaz de hacer nada,  se produce habitualmente cuando la consciencia física se halla en posición predominante, porque ella es por naturaleza inerte; es movida por las fuerzas superiores, o por las inferiores, o por cualesquiera que sean, pero no por sí misma. Uno debe, sin embargo, utilizar sus esfuerzos si puede; pero lo mejor es ser capaz de hacer descender a la Fuerza al físico; o permanecer perfectamente tranquilo e, inalterable, y esperar su llegada.
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(III. 1439-1440) (VI.21)
- Sólo el descenso de una fuerza dinámica más constante en una paz e igualdad inalterables puede erradicar la tendencia normal de la naturaleza física. 

- Normalmente esta naturaleza física tiende a ser inerte, y en esta inercia, reacciona sólo a las fuerzas vitales ordinarias, y no a las fuerzas superiores. Si uno tiene una paz perfecta, no puede quedar afectado por la inercia que se propague, y es capaz de hacer descender en ella, de forma gradual o rápida, esta misma paz acompañada de una fuerza de la consciencia superior que puede modificarla. Cuando esto se cumpla ya no se podrá producir la dificultad ni las fluctuaciones, donde predomina la inercia, tal como en este momento las sufres tú.
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(III. 1440) (VI.22)
- La dificultad es mayor porque la sâdhanâ está ahora situada directamente en el plano físico, donde la fuerza de un hábito -o de un movimiento habitual- es muy grande una vez instalado. Cuando la sâdhanâ se desarrolla en el plano mental o en el plano vital, es más fácil llegar a dominarla o transformarla, porque la mente y el vital son más plásticos que el físico. En compensación, si algo es adquirido definitivamente en el plano físico, es más duradero y completo que cuando la realización concierne a la mente o al vital únicamente.
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(III. 1440-1441) (VI.22-23)
- No, no es necesario perder el dominio mental; es mejor reemplazarlo gradualmente por el dominio psíquico o espiritual. Pero ocurre que muchos sâdhakas lo pierden  antes de que el otro esté preparado, o cuando todavía no es perfecto, y entonces las fuerzas de la Naturaleza actúan sobre una consciencia física, que algunas veces se halla poseída por la Paz y el Poder superiores que descienden, y otras, por las fuerzas ordinarias de la Naturaleza. Esta alternancia es sufrida, al menos en un estadio, por casi todos, hasta que prevalece el estado superior. 

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(III. 1441) (VI.23)
- La realización que tú describes es aquella de la que habla la Gita: que toda acción es realizada por la Prakriti [materia o físico]. Tú la experimentas de forma mecánica, porque te encuentras en la consciencia física donde todo es mecánico. Uno puede tener la misma experiencia sobre el plano mental y sobre el plano vital, pero las acciones son entonces experimentadas como un juego de fuerzas. Lo que te falta en este momento es el otro aspecto de la experiencia, es decir, el del Atman [el Ser o Espíritu-Luz] silencioso, o también el del Purusha [Alma] testigo, calmo, tranquilo, libre, puro y no perturbado por el juego de la Prakriti. La experiencia intenta llegar y tú estás a punto de acceder a ella, pero tu tendencia a exteriorizarte es todavía demasiado fuerte. Esta tendencia se apoderó de ti cuando descendías al físico, porque la consciencia física ordinaria se precipita, por su misma naturaleza, en la acción de la personalidad exterior. Debes recuperar el poder de la consciencia interior: por arriba el Atman, por abajo el Purusha -primero como testigo, y después como amo de la naturaleza-.
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(III. 1442) (VI.24)
- El físico es el esclavo de ciertas fuerzas que crean un hábito y le hacen moverse gracias al poder mecánico del hábito. En tanto que la mente dé su consentimiento, la esclavitud pasa inadvertida; pero si la mente retira su consentimiento, tú sientes la servidumbre, sientes una fuerza empujándote a pesar de la voluntad de la mente. Esta fuerza es muy obstinada y se repite hasta que el hábito -el hábito interior revelándose en la acción exterior-, se rompe. Es como una máquina, que una vez que se pone en marcha repite el mismo movimiento. No tienes razón alguna para alarmarte ni para angustiarte; una aspiración perseverante y tranquila te llevará al punto donde el hábito se rompa y tú seas libre.
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(III. 1442-1443) (VI.25)
- La condición es que tú debes hacer descender la sâdhanâ a tu consciencia física… Debes rechazar activamente los malos hábitos que todavía persisten y jamás recaer en aquellos que cesaron o han sido interrumpidos. Las experiencias interiores son útiles para transformar la mente y el vital superior, pero para el vital inferior y para el ser exterior es indispensable una sâdhanâ de autodisciplina. Las acciones externas y el espíritu que las anima deben cambiar; tus pensamientos y acciones externas deben dirigirse solamente al Divino. Debe haber una automoderación, una veracidad íntegra, pensar constantemente en el Divino en todo lo que hagas. Este es el modo de transformar el vital inferior. Mediante tu autodedicación y autodisciplina constantes será descendida la Fuerza [de Lo Divino] al ser exterior  y lo transformarán.

Frases extraídas de la obra de Sri Aurobindo. Carta sobre el Yoga.